Desde mediados de mayo comenzó una suba en la cotización de los dólares financieros y de la brecha cambiaria. En ese momento, la diferencia entre contado con liqui y el dólar oficial rondaba el 20%. Esta dinámica se fue agravando y en las últimas semanas se disparó la brecha hasta 55% (y 60% en caso del dólar blue). Esto encendió las alarmas del equipo económico. Una brecha cambiaria muy elevada puede “desechar” todos los avances económicos del Gobierno, complica la dinámica inflacionaria, el objetivo de acumulación de reservas y posterga en el tiempo la apertura del cepo cambiario. Así, el ministro Luis Caputo, consciente del riesgo de una brecha que apuntaba a romper el 60%, aceleró con una medida arriesgada, y anunció que el BCRA intervendrá en el mercado de los dólares financieros hasta un equivalente a 2,5 billones de pesos (U$S 1.800/1.900 millones de dólares) para bajar la brecha “cueste lo que cueste”. ¿Qué costos tiene la medida? Se gana tiempo, ¿para qué?
Hasta principio de mayo el Gobierno tuvo su “luna de miel”. Avanzó con el esquema de ajuste fiscal y monetario, en lo cambiario fijó la regla del crawling-peg de 2% mensual y corrigió parte del desajuste de precios relativos (especialmente en tarifas de servicios públicos). El mercado financiero festejó los primeros meses de Milei como Presidente. Y tuvo un rally en la cotización de los bonos soberanos, el riesgo país pasó de 2000 a 1200 puntos básicos y la brecha cambiaria llego a estar debajo del 20%.
A mediados de mayo, tras la baja abrupta de la tasa de interés las cotizaciones de los dólares financieros subieron rápidamente y también comenzó a subir el riesgo país con la postergación de la sanción de la Ley Bases. A esto se sumó el contexto global más adverso, con la depreciación del Real Brasileño hasta R$ 5,7 por dólar y una caída en el precio de los commodities agrícolas (en especial soja y maíz).
El deterioro en las variables financieras y cambiarias continuó. Y en julio, la brecha cambiaria superó el 50%, el contado con liqui superó los $1400 y el riesgo país los 1450 puntos básicos.
Una brecha cambiaria elevada tiene 3 efectos negativos: 1) sube la expectativa de devaluación e inflación; 2) distorsiona el comercio exterior ( “incentiva” a los exportadores a retener la liquidación y los importadores a incrementar sus compras al exterior) y llevaría a “desacumulación” de reservas y 3) baja la probabilidad de apertura del cepo ya que el salto de unificación tiene costos muy elevados.
Esto encendió las alarmas en el Gobierno y obligó al equipo económico a tomar decisiones fuertes el fin de semana pasado, antes de la apertura del mercado.
El nuevo esquema anunciado vía redes sociales autoriza al BCRA a intervenir en el mercado de los dólares financieros, por hasta 2,5 billones de pesos. Este monto es equivalente a lo que autoridad monetaria emitió para realizar la compras netas de dólares en mayo (aproximadamente 1800/1900 millones al contado con liqui) porque en junio ya no pudo acumular reservas. Vale aclarar, que en la primer versión del anuncio el monto de intervención era significativamente menor, ya que contemplaba sólo con lo comprado por el BCRA en julio (U$S 220 millones).
El Gobierno en lo discursivo plantea que está atacando el problema del “exceso de pesos” (overhang monetario) y mantendrá la regla de emisión cero, incluida la emisión para comprar reservas.
De esta manera, las reservas del BCRA que según nuestros cálculos en términos netos en rojo (en negativo) por – USD 3.800 millones (posterior al pago de los bonos y al FMI), a partir del anuncio del Gobierno deberán alcanzar a cubrir tres frentes simultáneos: 1) pagar importaciones, 2) pagar la deuda con organismos internacionales y, al mismo tiempo, 3) contener a la cotización de los dólares financieros (contado con liquidación).
Con estas medidas se profundiza el freno en el proceso de acumulación de reservas y esto impacta en el plano financiero. Ya que si no están garantizados cuantos dólares acumulará el BCRA, los tenedores de deuda soberana en dólares tienen más dudas sobre la capacidad de repago de Argentina.
En los 2 días posteriores a las medidas los dólares financieros bajaron fuerte. El contado con liquidación pasó de $1430 a perforar los $1300 pesos. Así, la brecha contra el dólar oficial cayó de 55% a 39% . Pero al tercer día, los dólares financieros encontraron un piso en 1300 pesos, y el único dólar no intervenido (el blue) volvió a ubicarse en 1455 pesos, no muy lejos del pico de 1500 pesos que hizo sonar las alarmas oficiales. El costo de la nueva estrategia oficial se pagó con un mayor índice de riesgo país, que subió en los tres primeros días de la semana hasta rozar los 1600 puntos básicos.
El ministro de Economía dice que “el mercado no logra incorporar el concepto que en competencia de monedas, el peso será la moneda escasa, por lo tanto, la más demandada”. Pero el interrogante es si el mercado está leyendo que de fondo el Gobierno está “maquillando” una inconsistencia macro con intervención cambiaria. El dólar oficial se atrasa mes a mes porque sigue corriendo abajo a la inflación, y ya se acerca a niveles cercanos al dólar súper atrasado que dejo el gobierno de Alberto Fernández y Sergio Massa. Mientras que la Argentina se vuelve cara en dólares, sin dólares, lo cual eleva la expectativa de una nueva devaluación, reflejada en la presión sobre la brecha cambiaria, que el Gobierno desmiente todas las semanas. Dicho de otra manera, si el Gobierno no quedó una vez más, como tantas veces en el pasado, prisonero del ancla nominal del dólar oficial para bajar la inflación.
De fondo, lo que venía haciendo “ruido” en el mercado es el esquema cambiario y la pregunta sobre la apertura del cepo. Si el Gobierno aprovecha la baja de la brecha cambiaria en corto plazo y retoma las negociaciones con el FMI para conseguir “dólares frescos” e ir a la apertura de cepo, podría lograr que la baja de la brecha no fuera transitoria. En el caso contrario, el equipo económico debería definir claramente cuál el nuevo régimen cambiario-monetario al que se dirige, y balizar el camino para alcanzar ese objetivo. En los últimos 2 meses, el Gobierno está corriendo atrás de los acontecimientos.