Tras el acuerdo con el FMI, la clave está en el nuevo régimen cambiario

El debate sobre el futuro del régimen cambiario argentino se recalienta a medida que las presiones económicas internas y un escenario externo turbulento obligan al gobierno a reconsiderar su estrategia. En un diálogo con Maxi Montenegro, el economista Luciano Laspina analiza la necesidad de un cambio radical en la política cambiaria, advirtiendo sobre los riesgos de postergar las decisiones difíciles y señalando que “el mercado de alguna forma ya le picó el boleto al régimen de crawling peg con cepo” .

En una nota reciente en La Nación, Laspina planteó la necesidad de un “golpe de timón en medio de la tormenta” para salir del CEPO y recuperar el acceso a los mercados de crédito, una estrategia se acelera a partir del nuevo acuerdo con el FMI. Según Laspina, este giro se explica por un “cambio de diagnóstico doméstico y un cambio en el escenario externo” . El economista critica la visión de que se podían acumular reservas con el CEPO, argumentando que “en los últimos 12 meses… el sector externo expandió 0 pesos. ¿Por qué? Porque lo que compró de reservas el Banco Central se lo vendió al tesoro para pagar deuda”. En contraste, la expansión de la base monetaria provino del crédito doméstico, llevando a una caída de las reservas.

Para Laspina, el CEPO históricamente genera una caída del tipo de cambio real, fomenta la fuga de reservas y dificulta el acceso a los mercados de crédito. La situación se agrava por un contexto internacional complejo, lo que obliga al gobierno a “empezar a salir en el medio de la tormenta”. El economista lamenta que se haya postergado esta decisión, señalando que “si vos mirás los fundamentos de la macroeconomía en el segundo trimestre del año pasado… el tiempo juega en contra, no juega a favor”. En aquel entonces, existía equilibrio fiscal, el Banco Central había licuado gran parte de su deuda, y las reservas eran más altas con una brecha cambiaria menor. Sin embargo, el gobierno se enamoró del tipo de cambio fijo, desaprovechando una oportunidad para una salida más ordenada.

Ahora, ante un mercado que ya descontó el fin del Crawling Peg con CEPO, el gobierno enfrenta la disyuntiva entre gradualismo y shock. Laspina considera que “el gradualismo es más costoso para el gobierno, a pesar de ser más tentador en lo político, porque va a implicar que la tasa de interés va a subir y probablemente eso sea bastante estanflacionario”. Por otro lado, una salida de shock, con un tipo de cambio más determinado por el mercado, podría generar un pico de inflación inicial, pero despejaría las dudas.

“Creo que el mercado de alguna forma ya le picó el boleto al Crawling peg con cepo y entonces todo lo que hagas que se quede a mitad de camino va a implicar algún sacrificio o alguna tensión presente o futura”, enfatiza Laspina. Para el economista, salir implica “remover gran parte de las restricciones cambiarias, por lo menos los flujos… elimino o pulverizo la la brecha cambiaria para decir, bueno, este es un tipo de cambio que se parece bastante al equilibrio”. Sin embargo, advierte que hacerlo en medio de una tormenta implica mayores riesgos.

A pesar de la complejidad del escenario, Laspina no anticipa una debacle como la de 2018, ya que los indicadores de vulnerabilidad financiera son diferentes. Sin embargo, insiste en que “una cosa es salir a a mar abierto en un día soleado y otra cosa en el medio de la tormenta”.

Consultado sobre qué más se debería hacer además del tema cambiario, Laspina destaca que “la política económica es un todo” y menciona la importancia del acuerdo con el FMI y una reforma de la Carta Orgánica del Banco Central para dar señales institucionales de fortaleza de la moneda.

Laspina se inclina por una salida más abrupta, considerando que “si va por la idea del gradualismo se compra un problema un poquito más adelante… y si lo hace ahora creo es más más valiente, más audaz, pero quizás pueda llegar a las elecciones en mejor forma”. Para el economista, Argentina tiene fundamentos para defender su moneda y lograr una baja de la inflación si se toman las decisiones correctas. De lo contrario, se corre el riesgo de “patear la lata para adelante”, con costos potencialmente exponenciales.