El acto multitudinario que encabezó el 1 de mayo en Vélez Sarfield le devolvió a Sergio Massa el protagonismo que había perdido durante el mes de abril.
Después de los malos resultados electorales en Santa Fe y ciudad de Buenos Aires, el líder del Frente Renovador recuperó la iniciativa con dos jugadas.
Primero el acuerdo con José Manuel De la Sota para competir en las PASO y la decisión de peronizar su campaña electoral.
Después, el acto en Vélez y su discurso con artillería pesada en busca de romper la polarización entre el kircherismo y el macrismo.
Un Massa recargado apareció en el escenario con dardos en contra de la impunidad que –según dijo- representa Daniel Scioli y el ajuste que viene de la mano de Mauricio Macri.
Para despejar la posibilidad de cualquier futuro entendimiento con el oficialismo, el ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner fulminó a Scioli con sus críticas.
Pero además, se lanzó por primera vez a criticar la corrupción con una dureza que hasta ahora nunca se le había escuchado.
Consciente de que su rival principal hoy es Macri, Massa castigó sin eufemismos a su aliado de 2013. Le tiró con el fantasma de la gobernabilidad y lo emparentó con la alianza de la UCR y el Frepaso, que tuvo que abandonar el poder antes de tiempo.
Cuando el poder económico comenzó a pedirle que baje a dar pelea por la gobernación bonaerense, el ex intendente de Tigre redobló la apuesta.
Le quedan 35 días decisivos para recuperar terreno en las encuestas. Se juega a ganar adhesiones con caravanas y recorridas en la provincia de Buenos Aires y en el resto del país.
Mientras se esfuerza por consolidar su espacio, Massa tiene una ilusión: que el frente de Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió comience a resquebrajarse antes de tiempo con quejas como las que lanzó su ex aliado, Carlos Lole Reutemann.