Artículo publicado en El Cronista Comercial (23.06.15)
Hay tres medidas, de aplicación inmediata y simultánea, que evalúa el equipo económico de Scioli que, si el candidato ‘kirchnerista’ las anunciara durante la campaña electoral, generarían un cimbronazo político con el actual ministro de Economía, Axel Kicillof, y tal vez con la presidenta y su compañero de fórmula, Carlos Zannini, máximos guardianes del relato kirchnerista.
Primero, la negociación con los holdouts para abrir el financiamiento externo en divisas a tasas de interés inferiores de las actuales.
Segundo, la eliminación de las retenciones a las exportaciones de todas las economías regionales, y la reducción para trigo, maíz, cebada y otros productos (excepto la soja), de modo tal de compensar el atraso cambiario que golpea la competitividad de los sectores ‘generadores de dólares’.
Tercero, el recorte de subsidios a las tarifas de energía y transporte para enviar una señal de reducción gradual del déficit fiscal, consistente con el acceso al crédito externo a menores tasas.
En la actual coyuntura económica y política sueña a herejía contra el discurso épico con el que pretende despedirse Cristina de la Casa Rosada: ni un paso atrás con los buitres, con el campo y con los subsidios al consumo para millones de argentinos.
El plan Kicillof para llegar a diciembre consiste en impulsar una vez más el consumo, utilizando el dólar como ancla de la economía y el crédito externo caro (China y mercados) para evitar una caída de las reservas ya en niveles mínimos. Mientras la emisión de deuda interna y de pesos actúan como mecanismos de financiación de un gasto público muy por arriba de la recaudación en un contexto de alta inflación. Un ‘programa’ de corto plazo destinado a mejorar las chances electorales del oficialismo.
De llegar al gobierno, en el sciolismo dicen que ese plan K habrá cumplido su objetivo y confían en que tendrán margen político para implementar las ‘correcciones’ necesarias. Citan a Horacio Verbistky, el columnista ultra cristinista de Página/12, que el domingo pasado escribió que durante los primeros 6 meses de Gobierno el kirchnerismo dejará a Scioli completar su Gabinete y decidir las principales políticas de su gestión. Aunque, con sorna, se quejan que ese plazo es menor que el año que, según denunció el propio Verbistky, el establishment le había impuesto a Néstor Kirchner para definir su Gobierno.
Rafael Perelmiter, el contador familiar de Scioli, es el hombre clave que, desde hace meses, coordina desde el Banco Provincia los equipos económicos para un eventual gobierno nacional. De casi nulo contacto con la prensa, Perelmiter militó en su juventud en el Partido Comunista y es más kirchnerista en su discurso en privado que cualquier otro funcionario del gobernador-candidato. Elogia el plan Procrear de Kicillof y se ilusiona con potenciarlo con un gran plan que ubique como motor la inversión privada a la construcción, un sector que -a diferencia de la industria de bienes de consumo durable, como autos y electrodomésticos- no requiere gran cantidad de dólares para crecer.
También es fan, como el joven ministro, de la matriz insumo-producto. Pero la utiliza como herramienta para correr simulaciones de distintos escenarios económicos, dados los cambios en algunas variables: disponibilidad de dólares, precios internacionales, tasas de interés, etc.
Sin embargo, Perelmiter no espantaría a los mercados si algún día decidiera abandonar su bajo perfil. Coincide con Miguel Bein, el asesor estrella de Scioli, en algunos puntos básicos: la necesidad de establecer una regla general -el gasto público debe crecer por debajo de la recaudación- para tender a achicar el déficit fiscal. La oportunidad de acceder -tras una negociación con los holdouts- a financiamiento abundante y barato en los mercados, aprovechando los bajos niveles de deuda en dólares del país. La imposibilidad de levantar en el corto plazo el cepo, hasta tanto no se consiga financiamiento, y la idea de priorizar mientras tanto las divisas para el sector productivo a cambio de proyectos de inversión.
En el último informe del Estudio Bein se enuncian algunos de los argumentos que después se discuten en el despacho del único hombre al que Scioli le confía todas las cuentas.
“Evidentemente, esta dinámica de impulso al consumo utilizando al tipo de cambio como semi ancla nominal una vez que el país agotó el excedente de dólares del sector externo y se encamina a cerrar el año con un déficit de cuenta corriente de 2,1% del PIB y una brecha fiscal primaria relevante de 4% del PIB, no resulta sostenible a mediano plazo”, explica el reporte. Pero reconoce que fue una “estrategia efectiva” en el corto plazo del escenario electoral. Y proyecta para este año un crecimiento de 1,5%, inflación del 24% y dólar a fines de noviembre de $ 9,70.
Luego fundamenta la política de “contraer deuda en divisas” y reducir retenciones a las exportaciones de las economías regionales. Como parte de un plan que incluya la poda de los subsidios económicos, que actualmente representan el 4% del PBI. Sin ajuste fiscal, se admite, será difícil conseguir crédito más barato en los mercados: “No parece posible partiendo de los desequilibrios actuales sostener una baja en la tasa de interés y un aumento en el desequilibrio fiscal, aún en un mundo donde las tasas de interés van a subir suavemente”. Fácil de decir, difícil de hacer. El mismo informe sostiene desarmar el esquema de subsidios de una vez resulta “políticamente inviable” dada las distorsiones acumuladas: “el retraso de la tarifa eléctrica se ubica en torno a 6 veces (sin incluir transporte y distribución) y las tarifas de colectivos en torno a 3 veces”.
De llegar a la presidencia ¿le alcanzarán a Scioli los 6 meses que le dio el kirchnerismo para implementar su ‘plan económico’?