Artículo publicado en El Cronista Comercial (12.05.15)
Las declaraciones de Axel Kicillof intentando explicar que “si se reduce la inflación, debería haber acuerdos paritarios más bajos” le generó un duro enfrentamiento con los sindicatos, que amenazan con paros, convencidos de que el gobierno propicia un techo de aumentos salariales del orden del 25%, en línea con la inflación, como pretenden los empresarios.
Kicillof dice que su planteo “es algo de sentido común”: si el año pasado las paritarias cerraron alrededor del 30% y este año la inflación se redujo –como coinciden todas las mediciones– unos 10 puntos, entonces el cierre de las paritarias debería ser un número menor. Para completar su razonamiento, agregó que “si un empresario da aumentos más allá de sus posibilidad tiene dos opciones, subir los precios o pedir más subsidios. Les pido a los empresarios que no den aumentos salariales elevados si no los pueden pagar de su propia billetera”, exhortó. El ministro omite que el año pasado la inflación real –medida por la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires– fue del 38% y, por lo tanto, aún los trabajadores de gremios con mayor poder de negociación perdieron entre 6 y 8 puntos de salario real. Hoy los sindicatos reclaman una mejora por arriba de la inflación para recuperar parte del poder adquisitivo cedido en 2014.
El mensaje sindical de que buscan recomponer el salario real no es solo para la administración K y los empresarios, sino también para los candidatos que aspiran a suceder a Cristina. Por las dudas de que a alguno se le ocurra desacelerar la inflación profundizando el ‘sentido común’ de Kicillof.
Aunque criticado en público, por primera vez, la actitud del ministro fue elogiada en privado por referentes económicos de los principales candidatos del oficialismo y de la oposición. “El pibe demostró que apuesta a la continuidad del gobierno: quiere llegar a diciembre con la economía más o menos ordenada, y sin agravar los problemas”, se entusiasman cerca de Daniel Scioli. Dicen que el ministro ensayó el ‘abc’ de un plan de estabilización: que los salarios no se indexen por la inflación del año pasado –como ocurre siempre– sino por la expectativa de una inflación menor. Aunque reconocen que no es fácil sin el marco de un plan integral de desaceleración de la inflación. Y lo único que está en condiciones de prometer Kicillof es ‘dólar tranqui’ hasta diciembre.
La Fundación Pensar, que reúne a los equipos técnicos de Mauricio Macri, le sugirió al candidato del PRO, entre otras medidas, fijar una pauta de congelamiento del salario real –como la que propone Kicillof– por dos años: dentro del esquema de un acuerdo social, los sueldos no deberían superar a los precios durante ese lapso, para converger a la inflación de un dígito recién en 2018. ¿Cómo caería a una CGT unificada esa oferta en boca del presidente Macri? ¿Mejor o peor que los discursos del ministro de La Cámpora?
Volvamos ahora al proyecto de Scioli presidente. Enojado por haber quedado en el medio del fuego cruzado entre Kicillof y la oposición, Miguel Bein circuló un documento de su consultora en el que describe el funcionamiento del ‘modelo’, en los tiempos de esplendor y de decadencia. “Acá vas a encontrar un debate de fondo sobre el modelo porque estoy cansado de las discusiones de peluquería”, escribió en el encabezado del mail. Allí trata de hacer equilibrio entre lo que considera las críticas de la ortodoxia y la defensa a ultranza –no lo menciona a Kicillof– de un modelo agotado.
Como ya se dijo en esta columna, en los últimos tres años el modelo no ofrece ninguno de los resultados de otros tiempos: combina estancamiento, con nula creación de empleo privado y altísima inflación. Justamente la inflación se comió el modelo productivo: es lo que provoca que, pese a la devaluación del peso, el dólar quede permanentemente atrasado. El atraso cambiario golpea las exportaciones, las economías regionales y la industria, achicando el superávit comercial –los dólares ‘genuinos‘ del modelo–, lo cual obliga a su vez a restringir las importaciones, incluso de insumos necesarios para sostener la producción. Bein, el asesor estrella de Scioli, analiza los dilemas de la economía postkirchnerista a la luz de cuatro variables clave: salarios, inflación, dólar y tarifas de servicios públicos.
Entre 2010 y 2012, los salarios privados en blanco le ganaron varios puntos a una inflación promedio del 24%, mientras que el dólar quedó muy rezagado como ancla (en promedio subió 9% anual), al igual que las tarifas de los servicios públicos. En 2013, los salarios formales ‘empataron’ con una inflación del 25%, mientras que el dólar oficial escaló 33%, sin compensar el atraso cambiario acumulado. Para financiar esos años de expansión del consumo doméstico, con fuerte mejora de los salarios en dólares, las reservas del Banco Central cayeron más de u$s 20.0000 millones. En 2014, el Gobierno devaluó de golpe, sin plan, tratando de recuperar la competitividad perdida, pero el resultado fue más inflación (38%) que el aumento del dólar, ajuste del salario real y recesión. En 2015, Kicillof volvió al esquema de dólar ancla, esta vez financiado con la deuda con China y la emisión de bonos: inflación del 25%, salarios que trata de acomodar alrededor de ese rango y alza del dólar de sólo 10 a 15%, con congelamiento tarifario.
El desafío para el sucesor de la era K no será sencillo: ¿Cómo bajar la inflación, sin abusar –como hace Kicillof– del dólar y las tarifas públicas como ancla, porque ya quedaron demasiado atrasados? ¿Cómo convencer a los sindicatos de negociar salarios en paritarias sin pensar en la inflación pasada –el último año de Cristina– sino en la expectativa de menores precios a futuro? Dicho de otro modo: ¿cómo no volver a fracasar con la devaluación y el ajuste, como Kicillof en 2014, para que la economía no continúe al año siguiente encerrada en la misma trampa? Tal vez a favor del próximo presidente jugará la posibilidad de ofrecer a los sindicatos, en el marco de un pacto social, metas de crecimiento, inversiones, exportaciones y creación de empleos en el sector privado. Algo más que la promesa de ‘aguantar el dólar‘ hasta diciembre y que se arregle el próximo.