Dilema K: del modelo productivo al modelo dólar tranqui

dilema-k-del-modelo-productivo-al-modelo-dolar-tranqui-2015-04-28

¿Sólo aguantar el dólar hasta diciembre o intentar recuperar la actividad económica? Ese es el dilema que enfrenta el Gobierno por estas horas, lo cual ha generado alguna (tibia) discusión interna entre economistas K. La vuelta del endeudamiento en dólares, a tasas caras, podría llegar a resolver transitoriamente esa diyuntiva. Por eso, en el oficialismo festejan el regreso a los mercados financieros –aún garantizando ganancias extraordinarias para los fondos especulativos– casi con la misma euforia con que se aplaudió en su momento la estatización de las AFJP o la expropiación de YPF.

Desde la segunda mitad del año pasado, el ‘modelo productivo de matriz diversificada e inclusión social’ devino en el ‘modelo económico elecciones 2015’. Como lo explica en un informe Dante Sica, director de Abeceb.com, el esquema es simple: usar el dólar como ancla de la inflación, sostener reservas por arriba de los u$s 30.000 millones con la ayuda de los yuanes chinos, y vender ‘dólares ahorro’ baratos –a un ritmo de u$s 450 millones por mes– a un sector de la clase media para mantener controlada la brecha con el dólar paralelo. 

La inflación y el ‘cepo’ (o como lo quieran llamar Kicillof y aquellos preocupados por la semántica del relato) terminaron de destruir la columna basal del modelo económico. La inflación provoca que, pese a la fuerte devaluación del peso en los últimos tres años, el dólar quede permanentemente atrasado. El atraso cambiario golpea las exportaciones, achicando el superávit comercial –los dólares ‘genuinos’ del modelo–, lo cual obliga a su vez a restringir importaciones, incluso de insumos para la producción, como en los sectores de bienes durables.

El cepo, si bien permite mantener el dólar ancla, al minimizar la demanda para atesoramiento, creó un mercado paralelo que jaquea el abastecimiento de divisas y la estabilidad financiera. Con un dólar paralelo bastante más caro que el oficial, hace 3 años que no ingresan dólares financieros al país al tipo de cambio oficial, ni las divisas de los turistas extranjeros van a las reservas del Banco Central, mientras los gastos de argentinos en el exterior (con tarjeta al tipo de cambio oficial más la retención del 35%) disparan el rojo de dólares del balance turístico. Para colmo, cada vez que se agranda la brecha con el blue, los exportadores retraen su oferta a la espera de una nueva devaluación y muchos precios se remarcan preventivamente.

Así que todo el plan K, versión final de ciclo, consistía hasta ahora en fijar el dólar oficial, mantener acotada la brecha con el paralelo y cubrir las reservas que se gastan para tal fin con los ‘dólares chinos’: los u$s 4800 millones del swap chino contabilizados en las reservas del Central son casi exactamente la diferencia entre el piso de reservas de u$s 27.000 millones de abril del año pasado y el nivel de la semana pasada. Y son casi exactamente los ‘dólares ahorro’ vendidos en los últimos 15 meses.

Los dólares en abundacia, que el modelo generaba para solventar el crecimiento económico en los buenos tiempos, se redujeron tanto que ya ni si quiera alcanzan para costear la estabilidad financiera.

Los datos que elaboró Dante Sica son contundentes: en 2015, el superávit comercial caería a u$s 4500 millones (frente a los u$s 12.400 millones de 2012), mientras que la demanda por ‘dólar ahorro’ y para viajes de argentinos al exterior llegaría a u$s 11.000 millones (contra u$s 6400 millones de 2012). Es decir que, sólo para lograr el módico objetivo del ‘dólar tranqui’ en el año electoral, se gastarían más de dos superávit comerciales del modelo productivo en financiar gastos turísticos y el atesoramiento vía dólar ahorro.

Priorizar la estabilidad financiera antes que el nivel de actividad puede ser un objetivo razonable en ciertas coyunturas políticas, siempre que el esquema no suponga riesgos sobre el empleo, como ya sucede en las economías regionales y el sector industrial, sumergidos en una recesión que va por su segundo año.

De ahí el entusiasmo del equipo de Kicillof por la ventanilla de financiamiento en dólares que se abrió la semana pasada con el Bonar 24 y la colación de ONs de YPF, por casi u$s 3000 millones de dólares. Deuda a 10 años en dólares a casi el 9% anual, muy cara respecto cualquier vecino de la región: al mismo plazo, en promedio, Honduras consiguió crédito al 6,2%; El Salvador, al 5,8%; Bolivia al 4,7%; Paraguay al 4,1%; y Chile al 3,18%.

Pero Argentina hoy no es Bolivia, ni Paraguay, para los mercados financieros. No solo por culpa de los buitres: YPF emitió papeles bajo ley Nueva York, con la gestión de Merrill Lynch y el Credit Suisse, sin lograr abaratar los fondos más que unas décimas.

Como sea, en el Gobierno pretenden repetir otras emisiones y buscan sumar a Buenos Aires, entre otras provincias, a la nueva gesta patriótica de pasar la gorra en dólares. Solo así, imaginan, podrían contar con divisas suficientes este año para salir el dilema estabilidad-crecimiento, y financiar con endeudamiento una reactivación del consumo de bienes durables, junto con las importaciones necesarias para producirlos. En las elecciones de 2013, se gastaron los últimos dólares disponibles en las reservas del Banco Central para financiar un boom de consumo de autos y de electrodomésticos. Ahora la apuesta es más modesta: aprovechar los bajos niveles de deuda en dólares que dejará la administración K para consolidar el ‘modelo elecciones 2015’, que prioriza la estabilidad, aunque sueña con un veranito de consumo en el invierno. Será tarea del próximo presidente pensar en un modelo productivo que vuelva a generar los dólares necesarios para financiar el crecimiento económico.