Artículo publicado el 9.12.14 en El Cronista Comercial (www.cronista.com).
Por Maximiliano Montenegro (Periodista y Economista)
Kicillof ofreció a la Presidente en la etapa final del kirchnerismo la puesta en marcha del ‘operativo anclaje’. En la cuenta regresiva –de menos de 9 meses hasta la elección primaria y de poco más 10 meses hasta la general– la estrategia será volver a maniatar el dólar oficial y las tarifas de los servicios públicos, dos anclas necesarias para garantizar la sensación de estabilidad en un año en el que se disparará el gasto electoral: jubilaciones, salarios públicos y planes sociales deberían –ahora sí– ganarle a la inflación.
Para que dicha estrategia resulte exitosa son fundamentales dos condiciones. Una: que se abra una ventanilla de financiamiento en dólares que permita solventar el atraso cambiario sin una peligrosa caída de las reservas. La segunda condición es que sea otro Gobierno el que tenga que lidiar con el costo político de salir del atraso cambiario y tarifario.Kicillof cree haber encontrado la fórmula para conseguir las divisas en el mercado de capitales, sin la obligación de cerrar trato antes con los fondos buitres.
La semana pasada anunció la emisión de u$s 3000 millones del Bonar 2024 para canjear un monto equivalente de Boden 2015, que vence en octubre. En las condiciones ofrecidas, la operación implica colocar deuda a un costo financiero en dólares de casi 10% anual (9,7% para ser precisos). Es el doble del costo que deben afrontar países como Bolivia o Paraguay para acceder hoy al crédito en dólares. Pero es una tasa menor que el 12% que costó en mayo la emisión de Bonar 2024 para pagar a Repsol la indemnización por YPF. Tras el canje del Boden 15, la apuesta oficial sería volver a ensayar otras emisiones de deuda con un sendero descendente en la tasa. El Ministerio de Economía dio luz verde también a las provincias para tomar deuda en dólares en el mercado. Largaría en punta Buenos Aires con una emisión de u$s 500 millones al 12%, una tasa muy cara, pero que esperan reducir en una segunda colocación.
Sin actos copados por La Cámpora en Casa de Rosada, se cerró la etapa del ‘desendeudamiento’ para dar paso a la era del endeudamiento, como se pueda y en las condiciones que sean.
En un mundo en el que todavía sobran los dólares, con inversores ávidos por rentabilidad, la nueva estrategia tiene dos puntos fuertes: por un lado, ofrece rendimientos excepcionales no solo en comparación con el Primer Mundo (1 o 2% anual), sino también en relación a casi todos los países ‘emergentes’. Solo Venezuela compite con semejantes beneficios para los inversores amantes del riesgo. Por otro lado, la escasa –llamemosla así– reputación del kirchnerismo en los mercados está hoy compensada por el calendario: toda deuda que se emita la garantizan en el corto plazo Scioli, Massa o Macri, que por ahora generan más confianza que Nicolás Maduro. Así como el bloqueo de Griesa, en junio, dejó a Cristina chapoteando en el medio del río, ahora los tiempos juegan a favor.
En enero se abriría la negociación no solo con los Buitres sino con todos los holdouts. Existen dudas de que la dupla Cristina & Kicillof tenga verdaderas intenciones de acordar (hay quienes dicen que solo lo harían si obtuvieran una quita –del orden del 40%– suficiente para ser exhibida como un logro de gestión). Pero solo con mantener viva la ilusión negociadora durante la primera mitad del año, simultáneamente podrían abrirse ventanillas de financiamiento en dólares. En la segunda mitad del 2015, con o sin trato con los Buitres, el festival de bonos podría continuar apalancado en la inminencia del cambio de Gobierno.
El éxito del ‘operativo anclaje’ dependerá de los dólares financieros que se consigan: si solo alcanzan para estabilizar las reservas y domar al dólar paralelo hasta la elección de octubre; o si aparece un excedente que permita destrabar la restricción que pesa sobre las importaciones y recuperar moderadamente la actividad económica sobre la base del consumo. La herencia de los subsidios económicos, para mantener el anclaje tarifario, ya es conocida: solo en energía (electricidad y gas) sumarán $ 93.000 millones este año, mientras que para colectivos superarán los $ 22.000 millones. Para tener una idea de la magnitud del desafaje que deberá afrontar el próximo Gobierno, M&S Consultores estima que en electricidad la tarifa cubre solo el 17% de los costos de generación; es decir que eliminar la subvención implicaría multiplicar por seis las facturas de luz. El boleto de colectivo, en tanto, no alcanza hoy a pagar el 20% de los costos. Así que, en promedio, sin subsidios la tarifa en el área metropolitana aumentaría de $ 3 a $ 15.
La herencia del ‘anclaje’ cambiario impactará sobre sectores clave de la economía real. Según M&S Consultores, el tipo de cambio real es hoy inferior al de diciembre, previo al salto devaluatorio. Si el Banco Central moviera el dólar oficial a razón de la mitad de la inflación durante el año próximo, en diciembre el tipo de cambio real se ubicaría 10% por debajo del actual ($ 7,66 por dólar frente al 8,54 actual), muy cerca del promedio de atraso cambiario de la convertibilidad ($ 7,30 a los valores de hoy). Y muy lejos del dólar recontra alto de los tiempos de Kichner ($ 17 de hoy en 2003) o del ‘colchón de competitividad’ que recibió Cristina al asumir en 2007 ($ 13 por dólar a la cotización de hoy). Las exportaciones, la industria local y las economías regionales sentirán el golpe. Con inflación y ancla cambiaria, Kicillof terminará de quemar las sábanas junto con el colchón.