Los últimos 2 meses el Gobierno tuvo un cambio en sus prioridades. De avanzar con el saneamiento del BCRA, reacomodar precios relativos, lanzar el plan de estabilización y liberar el cepo, el equipo económico ahora pareciera priorizar un sendero de desinflación más acelerado, que permita mantener la imagen pública del Gobierno elevada. Así, “corrió” la apertura del cepo para más adelante, mientras que la recuperación económica no se ubica hoy al tope de las urgencias oficiales.
El esquema económico de Milei se apoya en cuatro pilares fundamentales: el anclaje fiscal (regla de déficit financiero cero) y monetario (emisión cero del BCRA), ajuste de los precios relativos (dólar oficial y el reajuste de las tarifas de servicios públicos) y “saneamiento” del balance del BCRA (incremento de reservas y reducción del exceso de pesos).
En los planes del Gobierno, el reordenamiento macroeconómico posibilitaría la apertura del cepo cambiario, la reducción sostenida de la inflación y la recuperación de la economía en un futuro cercano.
Así, en los primeros meses el equipo económico avanzó rápidamente en el sinceramiento del dólar oficial y otros precios atrasados: combustibles, transporte y prepagas, entre otros. Fijó una meta de déficit financiero cero, ajustó el gasto público (vía licuación y motosierra) y estableció un incremento en la presión impositiva (especialmente con el incremento al 17,5% de la alícuota del impuesto PAIS). Además, para poder acumular reservas estableció un cronograma de pago de importaciones “en cuotas” (a 30, 60, 90 y 120 días). Así, el BCRA logró comprar más de U$S 15.000 millones de dólares desde la asunción de Milei.
Sin embargo, con el paso de los meses la apertura del cepo pasó a quedar subordinada a la “desinflación”. En otras palabras, el Gobierno cree que ostrar una desinflación mes a mes le garantiza que la imagen pública del presidente se mantenga elevada. Así, el resto de las variables (nivel de actividad, empleo y la propia apertura del cepo) queda relegadas a un segundo plano.
Para que el sendero de desinflación consolide una tendencia a la baja, el Gobierno está utilizando “atajos” y medidas más heterodoxas.
En primer lugar, la desinflación esta apuntalada por el ancla cambiaria (el “crawling peg” del 2% mensual). Mantener el esquema de ritmo de micro-devaluaciones del 2% con tasas de inflación muy elevadas, es difícil que convivan por mucho tiempo.
De hecho, si ajustamos el dólar oficial por el tipo de cambio real multilateral, el dólar oficial ya está 8% debajo del dólar de apertura del cepo de 2015 (diciembre) y sólo 12% por encima del dólar que dejo la gestión anterior con Massa como ministro de Economía.
La segunda variable que explica la dinámica de precios es la recesión. El ajuste fiscal y monetario está frenando la actividad económica. Según los números adelantados de la consultora Eco Go ( que estiman un indicador similar al EMAE-Indec) muestran que la actividad económica en marzo cayó a un ritmo de 10,3% interanual. En tanto, el Indec publicó los datos de construcción (ISAC) y la índice de producción industrial (IPIM) y los datos muestran un derrumbe de 42,2% y 21,2% , respectivamente. En otras palabras, la recesión ha sido muy fuerte en el primer trimestre del año y ha sido un “disciplinador” de precios.
La otra forma de mostrar un índice de precios al consumidor menor al mes previo es la postergación de los ajustes tarifarios de luz, gas y transporte, entre otros. Y la “marcha atrás” en la suba de las prepagas de salud. Así, el Gobierno está apelando a medidas heterodoxas para mostrar que la “desinflación avanza”.
El problema de la “desinflación inducida” es que los “atajos” por los que el Gobierno está mostrando una baja en la tasa de inflación, no se pueden mantener en el tiempo.
El crawling- peg del 2% mensual tarde o temprano va a llevar a un nivel de atraso cambiario que alimenta a las expectativas de devaluación de cara a una unificación cambiaria a futuro.
Por otro lado, si la recesión se extiende en el tiempo, No habrá recuperación en “v” en la actividad económica como pretende el equipo económico, sino en forma de “pipa de Nike” o en forma de “U”. Además, la recesión traerá una suba en la tasa de desempleo y asimismo, una caída en los ingresos fiscales que implicará un desvió respecto de la meta fiscal. Esto afectaría negativamente a la imagen pública del Gobierno.
Por último, la postergación de ajustes de tarifas de servicios públicos presenta 2 problemas. Primero, se aplaza en el tiempo el reacomodamiento de los precios relativos que es una pre-condición para lanzar un programa de estabilización. Por el lado fiscal, retrasar el ajuste de tarifas implican más déficit fiscal a corto plazo y, si se quiere mantener la meta de superávit financiero cero, tendrán que ajustarse otras partidas del gasto público.
En resumen, el Gobierno tomó a la desinflación “como su bandera” en los primeros meses de la gestión. Y quedó relegado el objetivo de apertura del cepo. Si observamos la tasa de inflación se desaceleró más rápido que lo que estimaba el mercado. Sin embargo, los factores e instrumentos que utilizó el Gobierno para “desinflar” los precios (crawling peg de 2% mensual, la recesión y la postergación de los ajustes de tarifas) no se pueden utilizar indefinidamente ya podrían ser muy nocivos para la credibilidad oficial. Y se corre el riesgo de una prolongación de la recesión, que erosione el resultado fiscal, por la caida persistente de la recaudación.