En Argentina las crisis cambiarias son muy frecuentes. Tras una devaluación, siempre hay un traslado directo a precios: el famoso “pass – through” . La secuencia es conocida. Se dispara el dólar oficial, en los meses siguientes se recalienta la inflación, luego “se enfría” la economía real y entramos en una recesión.
En 3 episodios recientes en la historia económica se dio esta sucesión de eventos: en diciembre de 2015 con el levantamiento del cepo cambiario, en la crisis cambiaria de 2018 (entre mayo y septiembre), y en agosto de 2019, tras la elección PASO, se devaluó el peso (de $45 a casi $60) y se aceleró la inflación.
La última crisis cambiaria de octubre de 2020 afectó al “dólar libre” (blue) – con cotización récord de $195- y los “dólares alternativos”. Pero el dólar dólar oficial se mantuvo controlado gracias al cepo. Sin embargo, sus efectos en la aceleración de los precios fueron muy similares a una devaluación del tipo de cambio oficial.
En Argentina cada vez que existe una fuerte devaluación, en los meses siguientes vemos como se ajustan los precios mayoristas y minoristas, afectando el salario real de los trabajadores y el consumo interno. Por último, cae el nivel de actividad económica. Ese traslado a precios de la devaluación es muy elevado en Argentina comparado con países vecinos de la región.
Concretamente, en diciembre de 2015 con el cambio de Gobierno (de Cristina Fernández a Mauricio Macri) el “dólar oficial” pasó de $ 9,7 a $13,7 -subió 34% – tras la apertura del “cepo cambiario”. Los meses siguientes la inflación se aceleró y acumuló en sólo 5 meses un 23,9% tomando el IPC-CABA (entre diciembre y abril). La inflación interanual pasó a viajar al 23,9% en noviembre/15 y llegó a 40,5% interanual en abril de 2016.
Otro momento de crisis cambiaria fue mayo de 2018, Sturzenegger estaba al frente del BCRA y el dólar oficial paso de $20 a $25 En el mes de septiembre, ya con Luis Caputo como presidente del Central, llegó a $39 por dólar.
Prácticamente, el precio del dólar se duplicó en 5 meses. La inflación acumulada entre mayo y septiembre de 2018 fue de 20,8% . El IPC-Indec pasó de un ritmo interanual de 25,5% (en abril/2018) a 40,5% en septiembre. Es decir, subió 15 puntos porcentuales .
Tras el resultado de la elección PASO (en agosto de 2019), ocurrió algo similar, el dólar oficial pasó de $45 a casi $ 60. La inflación marcó 5,9% sólo en septiembre de 2019, respecto a agosto de 2019. El IPC-Indec acumuló entre agosto y diciembre de 2019 un 23% de inflación.
A diferencia de esos 3 episodios la crisis cambiaria de octubre de 2020 se dió con un “dólar oficial” controlado -solo subió 2,83% en ese mes-. Sin embargo, el salto en el “dólar libre” y los “dólares alternativos” en octubre de 2020 provocaron un efecto similar en la inflación a haber devaluado el oficial.
El “dólar blue” arrancó cotizando $ 147 en octubre de 2020 y cerró el mes en $169 .Con un récord de $195 por dólar el 23/10 . Es decir, el salto punta a punta del mes fue de 15% .Y si tomamos la marca récord, el salto llegó a 32,7% .
Mientras que la inflación de los siguientes meses fue de: 3,8% en octubre , 3,2% en noviembre, 4% en diciembre y 4% en enero de 2021. La semana pasada se conoció que la inflación de febrero fue de 3,6% . Es decir, la inflación acumulada entre octubre de 2020 y febrero de 2021 fue de 20%. Un porcentaje similar al acumulado durante la crisis de 2018 . Solo 3 y 3,9 puntos por debajo de la inflación acumulada post- PASO de 2019 y el salto cambiario de diciembre de 2015, respectivamente.
El último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) –en base a los pronósticos de bancos y consultoras privadas– proyecta para marzo/2021 una inflación de 3,7% . Asi, la inflación acumulada desde el salto de octubre a marzo de 2021 llegaría a 24,5% en solo 6 meses.
En resumen, desde fines de octubre, cuando el dólar blue llegó a $195, el dólar oficial sólo subió 16%. Pero la inflación se aceleró a un ritmo similar a una devaluación (+20% en 5 meses). La economía sufre los efectos negativos de una “devaluación” sin haber devaluado (para exportaciones ni importaciones). Obviamente, la mega emisión monetaria del pasado (más de 2 billones de pesos), para financiar la disparada del déficit fiscal como consecuencia de la pandemia, presiona permanentemente sobre las expectativas de devaluación y la idea de que el dólar oficial quedó “barato”, aunque históricamente en términos reales sea un dólar todavía competitivo. De ahí la preocupación del ministro de Economía, Martín Guzmán, por seguir enviando señales de que este año, pese a la campaña electoral, se achicará sustancialmente el déficit fiscal y la emisión monetaria para financiarlo en el marco de un acuerdo con el FMI. Habrá que ver si tiene espacio político para concretar esa promesa y torcer la expectativas de más devaluación y aceleración inflacionaria.