Tras la derrota en la PASO el oficialismo aceleró el impulso fiscal, el famoso “Plan Platita”, para intentar “achicar” la diferencia en las elecciones de noviembre. Sin embargo, pese a los grandes anuncios de medidas en términos monetarios el “plan platita” es, por ahora, “mucho ruido y poca plata”. Podría llegar a ser de hasta 0,4% del PBI ($168.000 millones) como máximo, según nuestras estimaciones. Pero para el mercado y la percepción de los agentes económicos es que será financiado con una mega-emisión monetaria.
Es el peor escenario, ya que por ahora, más allá de la polémica de los anuncios de “regalar plata”, el paquete electoral es “austero” y por ello es muy difícil que revierta la dinámica del consumo interno. Sin embargo, tiene un impacto negativo por el lado de las expectativas. Ya que se proyecta un Gobierno que sobre-utilizará la “maquinita de pesos” del BCRA por el resto del mandato de Fernández (no solo hasta noviembre) para cubrir el déficit fiscal, descontado una aceleración inflacionaria y una mayor tensión cambiaria en los próximos meses.
El “Plan Platita” impulsado por el Gobierno tiene por objetivo mejorar el ingreso de las familias en el corto plazo, vía una política fiscal expansiva. Así, intentarán “achicar” la diferencia tras el contundente revés electoral que sufrió el Frente de Todos en la PASO.
Entre las medidas anunciadas y propuestas por el Gobierno antes del 14-N están las siguientes: Incremento al salario mínimo vital y móvil, “Jubilación anticipada”( para personas con más de 30 años de aportes registrados, que estén a 5 años o menos de la fecha de jubilación), Programa “registradas” (que tiene que por objetivo formalizar el trabajo de las empleadas domésticas), aumento de asignaciones familiares y suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias (cuarta categoría). Todavía están pendientes los anuncios más fuertes, que aún son motivo de debate dentro del Gobierno entre el ministro de Economía, Martín Guzmán, Alberto Fernández y Cristina: el bono “extra” a jubilados y pensionados ($ 6000 por única vez ) para aquellos que cobran hasta 2 jubilaciones mínimas, un eventual bono para beneficiarios de programas sociales, y el promocionado cuarto IFE de 15.000 pesos a unos 3 millones de personas.
Pese a la gran cantidad de anuncios, en términos monetarios el “paquete electoral” podría tener un costo fiscal estimado entre 0,3% y 0,4% PBI ( entre $ 126.000 y $ 168.000 millones). Es un impulso fiscal muy acotado y aún se sigue manteniendo dentro la meta de déficit fiscal primario, pretendida por el Ministro Guzmán, por debajo del 4% del PBI.
Paradójicamente, pese a que el paquete electoral luce “austero”, la percepción del mercado es que el “Plan Platita” traerá un desborde monetario. Además, el mercado entiende que esto no termina en noviembre. Sino que llegó para quedarse y que habrá una profundización del uso del financiamiento monetario del déficit fiscal. No es nuestra visión, pero es la lectura que prevalece en el mercado y el Gobierno en lugar de explicitar el programa, contribuye a potenciar aún más la incertidumbre. No sólo por las internas dentro de la Coalición oficial sino también a través de las declaraciones públicas y las dudas que se siembras permanentemente sobre cómo seguirá la política económica después de las elecciones e incluso sobre la continuidad del propio ministro de Economía.
A partir de esa lectura se comienzan a disparar las cotizaciones de los “dólares alternativos” y del “dólar blue”, cae la demanda de pesos , se “recalienta” el proceso de dolarización (típico de los años electorales) y se está comenzando a acelerar la inflación, que tocó un mínimo mensual en agosto pasado de 2,5%, respecto a julio.
El consenso de las consultoras privadas habla de un IPC en septiembre alrededor del 3% y el propio ministro de Economía admitió que será más elevado que el de agosto. Es decir, el proceso de “desinflación”, que comenzó en abril (tras una inflación de 4,8% en marzo de 2021), al costo de un mayor atraso cambiario, parece haber llegado a su fin. En lo que queda del año la inflación estará por encima del 3% mensual. Así, la inflación terminaría el año en el 49% anual. Con el riesgo de que una “corrección” del tipo de cambio oficial en el verano –pasado el mes de diciembre de alta inflación–, como parte de las negociación con el FMI, acelere aún más los precios en el corto plazo.
En otras palabras, el “Plan Platita” al ser un paquete fiscal de cortísimo plazo, basado en transferencias a familias (más vulnerables) por única vez, no va a resolver el deterioro en los ingresos reales durante el año 2021 (menos aún de los últimos 4 años). Pero este “paquete electoral” está subiendo un escalón las expectativas de inflación y de devaluación del peso.
Sin anclaje de expectativas y con un BCRA con solo U$S 4.100 millones de reservas netas (sin incluir Swap de monedas con China, encajes bancarios, depósitos del Gobierno y préstamos con organismos internacionales), el “Plan Platita” puede terminar gatillando una nueva crisis cambiaria y la consecuente aceleración de la inflación. Si no es comunicado correctamente cuál es el verdadero rumbo post- 14-N y el plan oficial para los próximos 2 años.