Pongamos el siguiente caso hipotético: un auto cero kilómetro cuyo precio de mercado es de 106.000 pesos. Y aunque el vehículo tiene una buena demanda, aun superior a la estimada por el fabricante, éste sale a ofrecerlo a 103.000. No da explicaciones, pero quién podría reprochárselo. Al contrario. Los potenciales clientes tendrán un nuevo argumento para comprar el auto: poder revenderlo al día siguiente a 106.000 pesos sin transpirarse. Algo similar sucedió ayer con la emisión de bonos lanzada por el Gobierno: salió a venderlos más baratos que la cotización de mercado. Por un rato, Axel Kicillof dejó de lado sus diatribas contra los financistas y les regaló a los inversores 42 millones de dólares.
Ese monto surge de comprar los 106 dólares que cotizaban los bonos Bonar 24 justo antes de la licitación contra los 103 dólares que aceptó de los inversores. ¿Por qué se los vendió más barato que el precio de mercado? Como en el ejemplo del fabricante del auto, acá tampoco hubo explicaciones.
Lo único que se conoce es que, ante la ganga, los inversores se tiraron de palomita a comprar Bonar 24. Justo es decirlo: la demanda de 500 millones de dólares pautada en un inicio por Economía estaba asegurada con los primeros contactos hechos por el Ministerio. El “ofertón” de Kicillof sólo puede entenderse como una concesión del ministro al mercado. Una concesión que evitó a mediados de diciembre de 2014, cuando se negó a realizar una licitación.
En aquel momento, hace apenas cuatro meses, Kicillof festejó el rechazo de los inversores. Dijo que debía entenderse como una señal de fortaleza sobre la situación económica de la Argentina. Hoy festejó lo opuesto: el hecho que los operadores hayan sobredemandado los títulos de la deuda. Sin contar del regalito que les había hecho.